Reflexión sobre las redes sociales

17 de septiembre de 2025
Ayer cerré mis redes sociales. Las he mantenido abiertas 2 meses y 15 días con la finalidad de promocionar mi primer libro y mi tienda online de hachas y diseños afilados.
Una vez más cuando dije de cerrarlas se me atribuyó la palabra RARA.
Hace unos años, cuando estaba en 1º de Filosofía, mi primer día de la asignatura Incorporación a la Filosofía, impartida por el catedrático Vicente Sanfelix, nos recibió con un:
-Buenas tardes Raros, -comentario que arrancó risas. Continuó diciendo algo así:
-Quién se considere normal debería desmatricularse de esta carrera inmediatamente, aquí solamente hay espacio para los diferentes, aquellos que se cuestionan lo que nadie se pregunta, aquellos que tienen su propia opinión y nunca seguirían a un rebaño.
Lo que hoy comparo con la actual serie Wednesday, utilizan la palabra “normie” para referirse a los humanos corrientes y la palabra “outcasts” para los alumnos de la Academia Nevermore, out se traduce como fuera y cast como arrojar o lanzar, por lo que sería buena idea traducirla literalmente como persona que es expulsada porque no encaja con la norma.
De manera que RARA entiendo que es un comentario positivo, no me molesta absolutamente. Mis percepciones respecto Facebook e Instagram son las mismas de hace años y recogí en la página 67 del libro La patita de Atenea:
―Carolina, Amanda decía que había unos sitios que se llaman Instagram y Facebook donde anunciaban cuando llegaban perritos a la protectora. Podíamos decir ahí lo que me pasa y pedir ayuda ―le sugiero.
―Pufff. ―dice Carolina mientras se lleva la mano a la cabeza.
―Atenea, esos son sitios virtuales, no físicos ni reales. Son una pérdida de tiempo, puro veneno. Cómo te explico… Son unos espacios digitales que generan adicción, con muchos impactos negativos en la salud mental, la privacidad y las interacciones humanas. Unos espectáculos repletos de mentiras, estupideces, desinformación, infidelidades, angustias innecesarias; propagan noticias falsas, odio, alimentan la comparación constante. Su uso puede generar ansiedad, afectar a la autoestima y además, disminuye las relaciones personales en la vida real. ―responde muy reflexiva.
―Entiendo, entiendo, ahora que recuerdo Amanda decía que tú no tenías. ―le digo.
―Antes tenía, por eso las critico, conozco muy bien cómo funcionan. Aunque, abrirte un perfil a ti solo unos días, para promocionar… No sé, lo pensaré, Atenea. Pero no me gustan nada esas aplicaciones. ―dice pensativa.
Estoy segura que si uno se detuviese a explicarle a un nativo del Amazonas de qué tratan, sería algo así como:
Es un dibujito en el teléfono donde presionas y se abre una galería llena de perfiles, personas, que suben fotos y vídeos de sus actividades, mientras otros las observan, cuando comen, están parados en el semáforo, en el descanso de su trabajo, en las aulas de la universidad. Las imágenes y los vídeos se pueden decorar con melodías, filtros, ubicaciones. Parece un escaparate de vidas en miniatura, cuidadosamente editadas, donde la autenticidad no está clara, la atención se mide en “me gustas”, comentarios y seguidores. Parece un espacio de conexión, pero solo es una apariencia porque la comunicación es en forma de corazón, no de palabras.
Sonaría ridículo para nuestro nuevo amigo del Amazonas, sí.
Hay muchas más razones que me llevan a tener las redes sociales cerradas que abiertas la mayor parte del tiempo, aunque el motivo de la promoción de mis emprendimientos pesa mucho, de momento seguiré abriéndolas 2 o 3 meses al año, como quien entra en una tienda que no le gusta, pero ahí está su producto.
Compro, recojo lo que me interesa y salgo antes de que cierren para no ser otra persona más atrapada en la adicción digital.
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16 de junio de 2024
Nos han creado una necesidad.
Hace algunos años viví en Estados Unidos. Durante los primeros meses en tierra norteamericana publicaba fotos y vídeos en Instagram y Facebook, impresionada y emocionada por mi nueva vida: obtuve plaza en la Universidad de Princeton, volví a la autoescuela (porque el permiso de conducir de España no valía) para aprobar la licencia en el estado de New Jersey, mi primer coche fue un truck enorme, vivía y trabajaba como aupair para una familia estadounidense con raíces árabes, etc.
Para publicar las historias de 24 horas, crear los álbumes, subir las fotos al muro dedicaba mucho tiempo a buscar la canción adecuada, las palabras perfectas, la ubicación, los hastags y etiquetar al resto de personas. Mi experiencia empezó a tener muy buena acogida entre los seguidores, me regalaban muchos likes, comentarios cargados de admiración y me mandaban mensajes privados, podría decir que tenía un Instagram muy popular, además venía de una etapa anterior, el periodismo, donde entrevisté a rostros conocidos, cubrí eventos donde la entrada equivalía a un salario mensual y ese contenido también agradaba.
Vivía cerca de Nueva York, en mi tiempo libre me ponía las zapatillas más cómodas y recorría La Gran Manzana. Recuerdo perfectamente el día que estaba subiendo las escaleras del MET con mi teléfono móvil en la mano, publicando los selfies que me acababa de hacer en Central Park, respondiendo a los mensajes, a los comentarios…
En resumen, me encontraba en el Museo Metropolitano publicando sobre Central Park. Cuando subí todos los escalones y estaba frente a la taquilla de las entradas, me giré y me percaté que acababa de dejar atrás las icónicas escaleras, escenario de una de mis series favoritas, Gossip Girl, los famosos peldaños por donde suben los artistas en la Gala MET anual.
Había ignorado el momento real por estar pendiente del mundo digital.
Me enfadé conmigo misma por faltarle el respeto al tiempo, por no disfrutarlo como merecía. Puse mi teléfono en modo avión y recorrí la historia del arte mundial a lo largo de más de 15.000 años. Paseé por las civilizaciones antiguas hasta llegar a las modernas. Tomé algunas fotos, como al Templo Egipcio de Dendur, a las obras de Vincent Van Gogh, Jacques-Louis David, etcétera. Las almacené en la galería de mi teléfono y esa misma noche eliminé Instagram y desactivé Facebook.
Durante tres años viví aventuras estadounidenses increíbles: estudié en dos universidades, competí en torneos profesionales de lanzamiento de hachas, visité muchísimas ciudades, conocí a gente maravillosa de diferentes rincones del mundo, desgusté nuevos sabores y licores. Fue una gran etapa de oportunidades y crecimiento personal.
Tras mi regreso a España me abrí un nuevo Instagram, reabrí el viejo Facebook, empecé a crear esta página web como uso de blog, a través de los apartados MI EXPERIENCIA EN ESTADOS UNIDOS y NUEVA YORK.
Como una influencia real para las nuevas aupairs, personas que quieren viajar o vivir en Estados Unidos o simplemente quién quiera observar una historia de aventuras y superación sobre la que por supuesto escribiré un libro.
Ahora mismo, 16 de junio de 2024, me encuentro en un punto de mi vida complicado -que no es necesario exponer aquí- y creo que una desintoxicación virtual como la que ya viví me hará un gran favor.
Necesito enfocarme en mí. Quiero trabajar para alcanzar mi mejor punto físico, mental y espiritual. Las aplicaciones sociales son un obstáculo importante en este camino, de modo que hoy vuelvo a cerrar todas mis redes sociales.
En septiembre volveré a retomar mis estudios y con ello la investigación acerca del impacto de la educación emocional en la salud mental. Tengo un proyecto con mi mascota y socia Atenea, he vuelto a tener disciplina en el gimnasio, a rezar y a reflexionar.
Esta página trataré de mantenerla siempre activa como currículum y almacén virtual de fotos, vídeos y textos como este.
Antes de escribir este texto -como buena experiodista- me he documentado y he leído testimonios de críticos qué para mi sorpresa ayudaron a crear Facebook, son ex trabajadores.
Por ejemplo, Sean Parker cocreador de Facebook en el evento de Axios en Philadelphia en 2017 admitió que ellos, quienes lo crearon, sabían que estaban diseñando algo adictivo que explotaba una vulnerabilidad de la psicología humana y aun así, ignorando los daños, lo desarrollaron.
Chamath Palihapitiva ex ejecutivo de facebook aseguraba que se sentía terriblemente culpable por haber contribuido a desarrollar herramientas que están rompiendo el tejido de cómo funciona la sociedad y recomienda una larga pausa de las redes sociales.
Por ello, querido lector me gustaría que respondieses a estas preguntas:
¿Cuánto tiempo pasas en Instagram, Facebook, TikTok, X?
¿Qué te aportan las redes sociales?
¿Crees qué estarías mejor con el teléfono en modo avión y prestando más atención a tus amigos, familiares, mascotas?
Yo imagino que dentro de un año volveré a abrirlas para hacer promoción de alguno de los proyectos que tengo en mente, si todo sale como me gustaría. Pero hasta que llegue ese momento estaré desaparecida. Solo me queda despedirme y desearle lo mejor a los seguidores que ya no van a saber de mí en un tiempo. Gracias por acompañarme a través de la pantalla estos últimos años.
