Agosto 2019
Ese interrogante pronunciado a modo de reproche, salpicado de cierta compasión es un lastre que me acompaña desde hace ocho años, siempre sonrío intentando salir airosa de la perplejidad en la que se encuentra el emisor, pero lo cierto es que la pregunta no me hace ninguna gracia y ya me aburre.
En primer lugar, no es correcta la suposición de que una persona agraciada físicamente solo por ese hecho deba de tener pareja. Conozco personas muy bellas interior y exteriormente que están solas, e individuos perjudicados físicamente y podridos mentalmente que si tienen una relación sentimental.
En segundo lugar, soy una adicta a los viajes en solitario, me gusta conocer nuevas culturas, aprender de gente diferente, alimentar el alma y sobre todo regresar siendo mejor persona. Por ello he subido a muchos aviones y me he llevado la maleta en cada uno de ellos, sin echar de menos la presencia de un acompañante masculino.
Por supuesto que es maravilloso que alguien irrumpa en nuestra vida y altere nuestros esquemas, pero no podemos permitirnos que interrumpa nuestros planes, sueños y ambiciones.
Odio la dependencia emocional, cómo la que recita la canción…
«Ahora sin ti no soy nada, sin ti niña mala, sin ti niña triste que abraza su almohada, tirada en la cama mirando la tele y no viendo nada.»
¿Sin ti… Qué?
Sin ti lo soy todo porque pienso que una misma es la naranja completa, una persona hecha de los pies a la cabeza que lucha por lo que quiere y se sabe sacar las castañas del fuego sola. Porque si no aprendes a estar en soledad, nunca serás feliz con nadie y probablemente subastes tu compañía a la primera persona que puje aunque no te merezca, solo por tapar el vacío que crees tener.
A mí no me interesa tener una media naranja, sino un hombre entero. Por lo visto, a los pocos que he dejado entrar en mi vida han sido medio hombres a los que todavía les faltaba madurar para respetar más y mentir menos.
Parece que una mujer soltera a determinada edad altera las expectativas tradicionales y desafía el concepto de “normalidad” ante el que responde la sociedad. Esa misma que cuando observa que eres atractiva, decidida y no tienes pareja, te encasilla en dos grupos:
homosexual o promiscua, un título que poco después se transforma porque intentan seducirte, no lo consiguen y entonces pasas a ser una mujer prepotente, cuando solo eres inaccesible.
Recuerden lectores, estar soltera no implica estar disponible.
No estoy diciendo con este texto que no vaya a tener novio nunca, sino que solo abandonaría este gran estado civil si la ocasión realmente lo mereciese.
Aprovecho para decirle a mi novio del futuro que aparezca en mi vida pisando fuerte y ahora mismo disfrute de la vida igual que lo estoy haciendo yo, así cuando nos conozcamos tendremos mucho que contarnos.
Por el momento estoy prometida con la vida.
Carolina Gascón.