Junio 2023
Lo primero que nos encontramos cuando nacemos son las consecuencias de la lotería natural, y no lo digo yo, este término fue acuñado por el filósofo John Rawls en 1921.
Antes de venir al mundo nadie tiene la opción de elegir sus cualidades físicas, sus capacidades mentales, los recursos económicos de su familia, su ciudad y el año en el que nace.
Hace un mes adopté a una perrita que nació con una deformidad en su patita trasera izquierda y su dueño o dueños -las personas responsables- decidieron abandonarla en un contenedor de basura en Alberic. La policía local fue quién la encontró y la llevó a la protectora de animales Modepran en Carlet, no se sabe el tiempo que llevaría sin comer ni beber, asustada, llorando y pasando frío, ni siquiera la fecha exacta de su nacimiento.
Atenea -así la he llamado- se encontró con esa suerte al nacer, con tres patitas funcionales y unos humanos que se deshicieron de ella cuando tenía pocos días de vida, como si se tratase de porquería y por el hecho de no nacer “bien” no tuviese derecho a vivir.
Atenea es una perrita muy buena, juguetona, agradecida, enérgica, dulce, obediente y bonica.
La deficiencia real es la del ser humano por castigar o recompensar a los animales por haber nacido de raza, mestizos o con alguna deformidad. Ningún ser vivo debería ser abandonado, desatendido, ni andar desamparado porque ello conlleva a que puedan morir atropellados, deshidratados y desnutridos, además de la angustia que sufren por no tener un hogar, ni cariño.
La falta de conciencia, responsabilidad y la crueldad dan lugar a que las protectoras estén desbordadas, cuando fui a recoger a Atenea lo viví en primera persona y sentí una tristeza e impotencia enorme. Adoptar es salvar al animal otorgándole una segunda oportunidad para que vuelva a ser feliz con su propia cama, sus juguetes y su nueva familia.
Las protectoras y los refugios hacen una labor muy importante y necesaria, pero no son hoteles de mascotas. Allí los animales están enjaulados pasando frío en invierno, calor en verano, ladrando a todas horas y recibiendo el cariño de las voluntarias y trabajadoras, pero no el calor de un hogar, se llaman animales de compañía o domésticos porque deben convivir con personas.
Adopté a esta pequeñaja para cuidarla lo mejor que pueda y mostrarle que no todos los humanos somos como los primeros que conoció.
La he llevado a varios veterinarios y el diagnóstico final es que nació con una luxación de rótula de grado 4, la intervención debe ser temprano y no al final del crecimiento por el riesgo que tiene, cuanto más tiempo esté la rótula y la musculatura fuera del sitio será peor porque puede dar lugar a que el cuádriceps pierda sus características de tejido muscular y se contracture. Si se fibrosa ya no podrán hacer nada para salvarle la patita.
Por ello la cirugía será en breves. El coste de la operación y la rehabilitación es muy alto y he iniciado una campaña de recaudación para que las personas más solidarias puedan contribuir en:
Muchísimas gracias.
(Os dejo con otro texto sobre la Lotería natural que escribí hace unos años)
Hace unos años, en 2016, abandoné mi piel para involucrarme y conocer la de unos niños especiales: niños autistas, con síndrome de Down, Asperger y con la enfermedad de Alexander, algunos de los elegidos a cara o cruz en la designación que te da la vida.
En el caso de estos niños fue el injusto encuentro entre dos cromosomas incompatibles.
¿Por qué ellos y tú o yo no?
Recuerdo que cuando me vieron estaban muy ilusionados y emocionados porque alguien nuevo iba a jugar con ellos. Me produjeron ternura, curiosidad, bondad, una transparencia increíble y sobre todo admiración.
Para saludarme y poder comunicarse conmigo intentaban por todos los medios componer una frase con sentido, sincera, sin ningún decorado. Los que no podían articular palabras utilizaban todas sus armas gestuales, miradas y sonidos indescifrables que son propios de su mundo, logrando lo que en un principio pensé sería muy difícil, el entendimiento.
“Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto.”
Recitaba el poeta Miguel Hernández.
Estos pequeños de catorce años también estaban marcados por un hierro, el mismo que el destino, la lotería natural les estampó, así, sin anestesia, ni para ellos, ni para sus familiares. Pero yo que tuve su felicidad entre mis manos, la pude tutear, compartir y disfrutar confirmo que son unos niños y niñas muy valientes y felices.
A un ritmo más reducido consiguieron seguir un dictado, montar un puzzle, jugar a la oca, comer solos y recoger toda la basura del recreo. Superación constante y diaria.
Las profesoras me revelaron que la mayoría de ellos habían visto de cerca la muerte, pero le dieron un codazo y ganaron una batalla heroica que nada tiene que ver con la que se disputó en las Termópilas en la antigua Grecia.
Mientras tanto, nosotros, “los que nacimos bien” atormentándonos con preguntas banales y lamentos cada vez que algo no sucede como esperamos, emulando una tragedia de la categoría de Edipo Rey, quién desconociendo a sus progenitores mató a su padre, se casó con su madre, llevó la peste a su reino y cuando le revelaron la verdad decidió sacarse los ojos y pidió ser desterrado.
Algo típico en nosotros, los “no especiales”, arrogantes de un “yo y mis problemas” en muchas ocasiones resultamos insoportables.
Tenemos mucho que aprender de estos niños, protagonistas de un baile que no han elegido, pero que siguen y defienden con el mejor de los ritmos.
En el Centro de educación especial, Patronato Intermunicipal de Paterna, Valencia en octubre 2016.
Carolina Gascón
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