28 de agosto de 2024
Imperdonables son aquellas personas cuya moral es inaceptable, son insensibles con las demás personas o animales. Humillan, manipulan y enloquecen, violan o asesinan. Se esconden entre la familia, las relaciones de amistad o sentimentalmente, los compañeros del trabajo, la competencia o son totalmente desconocidos.
Imperdonables son aquellos o aquellas que escogen la crueldad cuando podrían haber sido correctos. Juegan con lo invisible como la salud mental, la dignidad, la confianza y la vida de otra persona.
La diferencia entre la bondad y la maldad la definen los hechos. Alguien que escoge la maldad no es una buena persona.
“Tú me engañaste, tú me hiciste la vida una porquería. Tú eres el peor ser humano que hay, eres la peor basura que existe Damián que se te quede en la cabeza. Eres el peor ser humano del mundo.
Tú me enloqueciste a mí. Yo lo intuía Damián, yo lo sabía y yo te lo pregunté, a ti.
¿Tú tienes idea de lo qué es vivir en el infierno de mi cabeza, tienes idea de lo qué me hiciste?
¡Esto es tu culpa Damián, esto es tu culpa, que se te quede en la cabeza, tú tuviste la culpa!”
Esta escena es de la telenovela Caer en tentación. Cuando la vi Raquel me transmitó todo su dolor, el desgarro del alma de una mujer enamorada de su marido, el padre de sus hijos, de quién sufre una infidelidad, una traición desde lo más íntimo, lo que debía ser su paz, se convirtió en su infierno.
Los impresentables de los imperdonables destrozan sin remordimiento y entierran una parte de nuestra forma de ser. Tras sufrir a alguno de ellos, uno o una no vuelve a ser la misma persona.
Hay tantos ejemplos: bullying, maltrato, manipulaciones que te hacen dudar de tu propia cordura, aquellos que abandonan a un animal como si fuese porquería, amigos que traicionan cuando más los necesitabas, violadores y un desafortunado largo etcétera.
A ellos no les debemos perdonar si no queremos, les debemos memoria y mucha distancia.
Uno de mis mejores amigos, Álvaro, me dijo un día: Carolina en el colegio y en el instituto habían dos seres vivos que me insultaban frecuentemente por ser gay, afeminado, se reían de como vestía, de como me cortaba el pelo, de como hablaba, para mi era una angustia levantarme cada mañana, yo no pienso perdonarles nunca.
Y me parece bien, muy bien porque no todo se puede perdonar.
Me gustaría pedirte perdón, por favor perdóname, no son una especie de frases mágicas de la categoría de Abracadabra y tras pronunciarla la herida se cura y todo el daño desaparece.
Perdonar no es una obligación, deber o una exigencia moral.
Hay acciones que los otros han tomado conscientemente y han destrozado nuestra autoestima, el deseo de vivir, la seguridad en uno mismo y recuperarse de estos verdugos conlleva años de sanación y terapia. Por ello, por lo que hicieron, no merecen ni un solo gesto de absolución.