¿Humanos?

21 de febrero de 2025

 

La humanidad presenta una diversidad infinita. Nos diferenciamos unos de otros por los rasgos físicos, como el color de la piel, el cabello, la complexión, los ojos, nuestras raíces culturales, lengua -entre otras muchas características- Sin embargo, compartimos algo fundamental: la conciencia, la capacidad de sentir, emocionarnos, reflexionar y pensar. Me gustaría decir que los derechos, pero estos dependen del país y el continente en el que nazcas.

Me preocupan muchos problemas humanos, como las guerras, el hambre, la oportunidad en cuanto a viviendas o la economía, pero en este texto resaltaré los indicios de la deshumanización y el automatismo que contemplo últimamente entre mis amigos y conocidos.

El ser humano empieza a comportarse como si fuese una extensión del sistema digital que nos rodea, con reacciones automáticas, escasa empatía y poca tolerancia a lo emocionalmente incómodo tanto en persona como a través de la pantalla.

Tengo conversaciones de WhatsApp que son dignas de un análisis antropológico: interacciones superficiales, absurdas, incompletas con ausencia de respuesta a la pregunta, ignorancia ante el entusiasmo e ilusión del tema que estás contando. Como si no importase nada y solo se esperase un modo rápido de escapar del diálogo. Eso si lo hay, porque otra forma de comunicación es solo la observación de estado del otro.

¿Recibiste felicitaciones de Navidad y Año Nuevo de toda la gente qué esperabas? o ¿fuiste tú quién se acordó de saludar a la gente qué creías que para ti eran importantes y tú para ellos? 

Cuando las personas empiezan a comportarse como aplicaciones, algo muy esencial que nos diferencia de las máquinas y la tecnología  se pierde: el alma y el corazón. Encontrando a seres silenciosamente crueles, funcionales y prácticos.

En el universo digital, cortar el contacto se ha vuelto fácil y sin consecuencias aparentes. Se bloquea, se silencia, se archiva, se ocultan historias. La responsabilidad afectiva se está esfumando tras una pantalla. 

Este desapego progresivo es  consecuencia y síntoma de algo más profundo, como el mínimo esfuerzo emocional, lo verdaderamente humano.

Me niego a afirmar  que así es la gente ahora, me parece una conducta totalmente mejorable sí se quiere.

Lo digital, en su mejor versión debería habernos acercado, pero en lugar de fabricar puentes construye muros invisibles.  Nos deja más conectados a la vez que más distanciados. La atención sincera se vuelve un lujo y la conversación profunda se extingue.

No propongo un retorno al pasado, ni el rechazo total de la tecnología, pero sí la reflexión sobre su uso y la consideración con los demás.   

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